Con especial saña y
con la ingenuidad de quien no se siente vigilado, Lorenzo Córdova se burló de
un dirigente indígena en una llamada telefónica. En dicha conversación, el
presidente del INE dejó al dirigente indígena al nivel de Tarzán o el Gran Jefe
Toro. Quien filtró la llamado no lo hizo para defender a los indígenas, sino
para mandar un mensaje: todos estamos vigilados. Pero esto es otro asunto.
Por supuesto, y no
es para menos, las expresiones de Córdova indignaron a medio México. ¿Cómo es
que un funcionario público hable tan despectivamente de un indígena? Sus
crueles comentarios me recordaron el tufo de un sistema de castas, como el de
la Colonia, que no nos hemos cansado de perpetuar hasta la fecha. Comentarios extraños
para Lorenzo Córdova, hijo de un connotado politólogo marxista de la UNAM, que
nunca se cansó de criticar estos sistemas de opresión.
El nivel de
indignación en las redes sociales fue impresionante. Mi time-line se llenó de declaraciones incendiarias. ¿Qué tan genuina
y honesta es esa reacción? El racismo en México es algo hondamente arraigado.
No sólo ocurre entre los mirreyes de
la alta política. Quienes somos morenos alguna vez hemos sido discriminados. ¿A
poco no?
El 23% de los
mexicanos no está dispuesto a convivir con alguien de otra raza (Conapred). Los
“morenitos” tienen 57% menos probabilidades de acceder a estudios
universitarios, según un estudio de la Universidad de Texas. Las telenovelas
perpetúan el sistema de castas: el rico y (relativamente) letrado tiene rasgos
casi arios, mientras que la sirvienta es estereotípicamente indígena. Los
anuncios de ropa elegante usan modelos blancos; los restaurantes hipsters de la Condesa dan preferencia a
los meseros “tipo argentino” y las azafatas de los aviones no reflejan el
mosaico racial de México. Visiten un restaurante de lujo o la primera clase de
un avión. ¿Qué color de piel predomina?
Sapere aude! ¡Atrévete a saber!
@hzagal
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