lunes, 29 de junio de 2015

De Reyes y Mirrreyes


El interés tiene pies y los del rey Felipe VI de España ya hasta caminan sobre las aguas trasatlánticas. En su primera visita de estado a un país latinoamericano, el rey tendrá una agenda muy importante. México es una parada estratégica para el capital español, y la visita real termina por ser más importante para España que para nosotros mismos.

Al rey Felipe VI le urge potenciar las inversiones españolas en un territorio tan fértil como el mexicano. Todo para llevar un poco de aire a la asfixiada economía española. Esto, de paso, le servirá para darle una barnizadita a la lastimera imagen de la corona española.

Como sabrán, el padre de Felipe VI, don Juan Carlos, se fue a cazar elefantes a África, mientras los leales súbditos de la corona padecían las tormentas de la crisis. Ese fue el primer trancazo. Luego vinieron más enredos. El cuñado de Felipe, Iñaki Urdangarin, ha sido acusado de malversación de fondos públicos. La hermana del rey, Cristina, también salió embarrada.  Fue la gota que derramó el vaso. Esto por poco se sale de control, así que la abdicación del rey Juan Carlos fue un formidable cálculo de daños. Salir lastimados, pero no tanto…

Ahora, Felipe VI se dedica a reparar el daño que le heredaron. Primero, le retiró el Ducado de Palma a su propia hermana Cristina, a causa de sus imputaciones judiciales. Ni siquiera la invitó a la proclamación real de hace un año. Felipe VI rebajó, además, el presupuesto anual para la familia real y empujó la transparencia de Palacio. Pero lo más importante, prohibió a la Familia Real a asociarse con empresas y hacer negocios particulares. Quiere evitar los conflictos de interés.

No digo que estos gestos sean de genuino remordimiento. Pero sí creo que es lo mínimo que tiene que hacer una institución cuando ha sido duramente desacreditada: volverse más transparente y  austera.

En México, otro gallo nos canta. Aquí cualquier subsecretario se regodea con más escoltas (más prepotentes) que las del mismísmo rey de España. Nuestras instituciones, podrán opinar algunos, son todavía más rancias e inescrutables. Quizás, los políticos mexicanos sean ejemplarmente cínicos. Ni siquiera se toman la molestia de dar explicaciones, que bien nos merecemos. Tampoco hacen el menor intento de ser más discretos o menos gastalones a expensas del erario. ¿Transparentes? Eso es para las ventanas…