El interés tiene
pies y los del rey Felipe VI de España ya hasta caminan sobre las aguas
trasatlánticas. En su primera visita de estado a un país latinoamericano, el
rey tendrá una agenda muy importante. México es una parada estratégica para el
capital español, y la visita real termina por ser más importante para España
que para nosotros mismos.
Al rey Felipe VI le
urge potenciar las inversiones españolas en un territorio tan fértil como el
mexicano. Todo para llevar un poco de aire a la asfixiada economía española.
Esto, de paso, le servirá para darle una barnizadita a la lastimera imagen de
la corona española.
Como sabrán, el
padre de Felipe VI, don Juan Carlos, se fue a cazar elefantes a África,
mientras los leales súbditos de la corona padecían las tormentas de la crisis.
Ese fue el primer trancazo. Luego vinieron más enredos. El cuñado de Felipe,
Iñaki Urdangarin, ha sido acusado de malversación de fondos públicos. La
hermana del rey, Cristina, también salió embarrada. Fue la gota que derramó el vaso. Esto por poco
se sale de control, así que la abdicación del rey Juan Carlos fue un formidable
cálculo de daños. Salir lastimados, pero no tanto…
Ahora, Felipe VI se
dedica a reparar el daño que le heredaron. Primero, le retiró el Ducado de
Palma a su propia hermana Cristina, a causa de sus imputaciones judiciales. Ni
siquiera la invitó a la proclamación real de hace un año. Felipe VI rebajó,
además, el presupuesto anual para la familia real y empujó la transparencia de
Palacio. Pero lo más importante, prohibió a la Familia Real a asociarse con
empresas y hacer negocios particulares. Quiere evitar los conflictos de
interés.
No digo que estos
gestos sean de genuino remordimiento. Pero sí creo que es lo mínimo que tiene
que hacer una institución cuando ha sido duramente desacreditada: volverse más
transparente y austera.
En México, otro
gallo nos canta. Aquí cualquier subsecretario se regodea con más escoltas (más
prepotentes) que las del mismísmo rey de España. Nuestras instituciones, podrán
opinar algunos, son todavía más rancias e inescrutables. Quizás, los políticos
mexicanos sean ejemplarmente cínicos. Ni siquiera se toman la molestia de dar
explicaciones, que bien nos merecemos. Tampoco hacen el menor intento de ser
más discretos o menos gastalones a expensas del erario. ¿Transparentes? Eso es
para las ventanas…
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