martes, 30 de julio de 2013

Palíndromo


  1. Otro intento de retomar mi blog.
  2. Hace un par de semanas falleció Oscar René Cruz, mi primer editor. Nos teníamos aprecio. Confió en mí cuando yo era joven y me invitó a publicar algunos textos en su pequeña editorial. Es algo que debo agradecerle. De vez en vez comíamos; charlábamos realmente a gusto, su conversación era afable e inteligente. Una de sus aficiones era la de escribir palíndromos, algo para lo cual yo no estoy dotado. Aquí va uno corto y bien logrado que encontré  en la 4ª edición de sus Palíndromos  "raro llorar". Pero, sin duda, su obra maestra es Palíndromo-Total. Ave de vaho, el palíndromo más largo, según entiendo, en español.
  3. Viajé a Puerto Vallarta. Dicté una pequeña conferencia; me temo que no me volverán a invitar, porque critiqué duramente a algunos personajillos de la política local que sirven como lacayos de algunas cadenas hoteleras. Con todo, me encanta  Vallarta a pesar de que la zona romántica huele a fritanga. La ciudad me parece mucho más humana que Acapulco, porque tiene una vida propia. Quizá lo mejor del lugar, además de algunos barecillos, es el dorado a la plancha sin más adorno que unos frijoles refritos. Entiendo que no lo pescan en el puerto, sino que lo llevan de otro lugar.
  4. Interjet salió retrasado y no se dignó avisar del retraso en México. Es vergonzosa la arrogancia de las líneas áreas.
  5. Leí Reunión de cuentos (2012) de Daniel Sada. Extraordinariamente bien escritos y deliciosos. Encuentro en ellos claras huellas de Francisco González (El diosero), de Rulfo (El llano en llamas) en la matriz de Cortázar.
  6. Ayer por la noche asistí al Palacio de Bellas Artes para conmemorar el aniversario del CENIDID. Unos días antes tuve la oportunidad de entrevistar al maestro Guillermo Arriaga. Para la ceremonia se representó su Zapata, con música de Pablo Mocayo. Me encantó; una coreografía elocuente. Después hubo un pequeño brindis. Como hacía falta presentar un boleto o algo así, a la entrada de la terraza se armó una pequeña multitud desordenada. Un par de estrictas edecanes pedían boletos. Las filas me agobian, pero un chico que estaba a mi lado intentó hacerme llevadero el momento: "Tranquilo, es como cuando gritas ¡cinco! ¡cinco! al cadenero del antro". La analogía estuvo a punto de echarme del lugar, pero Rodrigo apareció en mi rescate. La terraza de Bellas Artes que da a la Alameda central tiene una de las vistas más hermosos de México, aunque les confieso que el mármol visto de cerca me resulta un poco cursi.