La sagacidad y eficacia del PRI para recuperar el control del país es sorprendente. No creo en los complots ni conspiraciones,
pero a veces pienso que alguien diseño la agenda para neutralizar los contrapesos
que limitan al Presidente. Asistimos a
la restauración del presidencialismo, cuyo brazo ejecutor es el partido
tricolor. Es como una máquina del tiempo; estamos regresando a los años 50. Poco
a poco, el aparato del Estado se va alineando al Ejecutivo Federal. Por ejemplo, una de las
primeras acciones de los legisladores priístas fue desmantelar el (maltrecho) servicio civil de carrera que (tímidamente) Vicente Fox intentó poner en
marcha. El mensaje del PRI fue contundente. En la burocracia federal no hay
espacio para la oposición.
Los
gobernadores gastalones y derrochadores, que durante los sexenios panistas se sintieron
independientes, nuevamente son vasallos de la Capital Federal. La Secretaría de
Hacienda tiene el derecho a controlar el endeudamiento de los estados “libres y
soberanos”. El mando único de la policía (con el que estoy de acuerdo) apunta a
la misma dirección; los gobernadores irán perdiendo poder. De IFT, mejor ni
hablar. El INE da vergüenza; la mayoría de sus consejeros rinden pleitesía el
PRI y su Patiño, el Partido Verde. El sindicato de PEMEX no dijo ni pío con la
reforma energética. Encarcelada Elba Esther Gordillo, el SNTE regresó a su
vieja vocación priísta. No nos hagamos bolas, la maestra está en la cárcel como
escarmiento para los líderes sindicales que intenten moverse al margen del
partido. El Presidente consiguió las reformas estructurales gracias a la estirpe priista del sindicalismo petrolero.
Por su parte, las
autoridades de las universidades públicas le han bajado a la crítica contra el
gobierno federal. La influencia de Presidencia
también se siente en el Consejo de la Judicatura, pieza clave del Poder Judicial de la Federación. La inclusión de Medina Mora en la Suprema Corte anuncia
el perfil de los nuevos ministros. El
PRI necesita presencia en la Corte, como antaño. Ya verán cómo los nuevos
nombramientos cerrarán la pinza.
Se ha dado poca atención a una próxima sede vacante: el
INEGI. El periódo del Dr. Sojo cargo del instituto está por acabar. Al Gobierno
Federal le urge acotar la autonomía INEGI; pues el instituto desmiente
constantemente los “compromisos cumplidos” de Enrique Peña. El INEGI es algo
más que una piedrita en el zapato; es un verdadero dolor de cabeza. Verán cómo
se colocará a un incondicional a la cabeza de esa institución. Estamos a un
paso de la restauración de la Presidencia imperial.
Sapere
aude!
@hzagal
y lo que nos falta por ver!!!! Me dueles México.
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